Premio

¿Quién da más? Esto se termina, y 6, 5, 4, 6, 5... Pero para que pensas en tu sucia plata si ya sabes que mañana te la vas a gastar en otra cosa, que vas a comprarte esas revistas de colección, o algún disco que te falte de jazz, y para que entonces pensas en la plata si ni las rubias te la aceptan. Te sentás, mientras tarareas una canción que suena horrible pero va al ritmo del Quien da más y te sentis bien, al fin y al cabo esos dólares que encontraste para otra cosa no iban a servir. Te nombran ganador, te sentis realmente un vencedor y la gente te aplaude, te aplauden los viejos, te aplauden los perros, te aplaude el de traje, te aplaude el médico. Te aplauden todos, y aquella extraña melodía de ruidos secos en el aire te aturde y entonces te pones a llorar, te tiras al piso y gritas, porque tu sangre corre manchando los billetes caídos en el suelo, y te miran los viejos, te miran todos, y siguen aplaudiendo, cada vez más fuerte. ¿Para qué gritas? Ya no se escucha tu voz en el salón, ni la libertad que te obligaron a comprar. La compraste feliz aunque dudando de su esencia, y tan ingenuo pensaste que te alimentaría el alma, pero no, todos te engañaron, todas las voces te perdieron, y vos no te encontraste, ya no grites, ya no tararees inentendibles canciones, todo se quebró, y aunque mueras no te preocupes porque en el sueño todos reviven, y vos ahora ya lo entendiste.